La relación de los genes con el cerebro: Descripción gráfica |
Ciertamente la epigenética es la nueva neurociencia. ¿Recuerdan el post que escribí hace algún tiempo sobre el abuso de la neurociencia? Bueno, este es un post similar sobre la epigenética. Pero antes de hablar de abuso que se le da a la epigenética en años recientes, resulta importante comprender ¿Qué es esa cosa llamada epigenética? Bueno, pues la epigenética es un término acuñado por Conrad Waddington (Kaminker, 2007) que el mismo define como “la rama de la biología que estudia la interacción casual entre los genes y sus productos, de los cuales emerge el fenotipo final”. En otras palabras, la epigenética estudia a adaptación del genoma (y lo genes) antes las demandas ambientales que vive el individuo. La etimología de la palabra ya nos da un pista para iniciar, pues viene de prefijo “epi”= más allá de, que podría traducirse como “más allá de la genética”.
En años recientes, quizás hayan podido escuchar o leer de estudios que han hallado el “nuevo gen para X enfermedad o padecimiento”. Pues bien, tal como con los estudios de la neurociencia, hay que tener cuidado y cautela con estos descubrimientos. Y es que los descubrimientos de este tipo, tienen un gran impacto en las concepciones de la gente sobre las causas, efectos y consecuencias de los fenómenos que son explicados ya sea por la epigenética o las neurociencias. Porque seamos sinceros… ¿Quién diablos dudaría de algo que fue dicho y proclamado a través de rigurosos métodos científicos? Pero para explicar un poco más mi punto, veámoslo a través de un ejemplo aplicativo.
Recientemente, un grupo de investigadores italianos publicó un artículo que trata de explicar cómo la expresión o inhibición de ciertos genes afectan la formación cerebral y pueden llevar a cometer ciertos actos y conductas antisociales (Rigoni, et al. 2010). Sin embargo, esto no es nada nuevo, era algo que ya otros magníficos autores como el omnipotente, venerable, admirable y santísimo Adrian Raine ya habían teorizado con anterioridad (Raine, 2008). La singularidad del artículo de los italianos, es como usan esta teoría para aplicarla en la corte y los juicios penales.
En el artículo, discuten el horrible caso de una mujer suiza de 24 años que asesinó a su hijo recién nacido inmediatamente después de dar a luz en el departamento de su novio. Posteriormente, fue arrestada, y mencionaba que no recordaba nada de lo sucedido. Ella tenía antecedentes de abuso de sustancias, incluyendo heroína, desde los 13 años. Los psiquiatras forenses que evaluaron su caso tenían la encomienda de responder si en el caso de la acusada “existía la suficiente evidencia para decir que tenía un irresistible impulso para cometer el crimen”. En este caso, se hizo uso de la neurociencia y la genética para tratar de probar esta hipótesis. Querían conocer si existían bases neurobiológicas y genéticas que pudiesen haber puesto en esta situación a la acusada. Los investigadores, escanearon su cerebro y realizaron pruebas de ADN para 5 genes que previamente habían sido relacionados científicamente con enfermedades mentales, impulsividad y conducta violenta. Los resultados de la evaluación demostraron que “tenía un volumen reducido de materia gris en la Corteza Prefrontal izquierda", y uno de sus genes (el 5HTTLPR) contenía un genotipo largo/corto (siendo la expresión del genotipo en su forma corta la que se ha relacionado con el comportamiento criminal).
El funcionamiento del gen 5HTTLPR |
Pero regresemos a la frase con la que inicia este artículo: ¿Por qué la epigenética es la nueva neurociencia? Bueno, porque las investigaciones que vinculan los genes con la conducta (y por supuesto, el cerebro con la conducta) son seductoras y atractivas. Veamos un ejemplo: Cole y sus colegas (2007) encontraron que existen diferencias en la expresión de los genes entre los individuos que son solitarios y los sociables. De hecho, de los 22,000 genes que componen el genoma humano, se encontraron diferencia en 209 de ellos. Cerca del 1%. Una cifra importante si consideramos que tenemos ¡22,000 genes!. Suena interesante ¿No? ¿Acaso nuestra soledad guarda una relación con nuestros genes?... Quizás no sea un genetista, pero cual zombie, amo el cerebro humano, y conclusiones como las anteriores ya las he escuchado de la mano de las neurociencias. ¿No me creen? Cambiemos unas cuantas palabras de la forma en que les conté el estudio: “Cole y sus colegas (2007) encontraron que existen diferencias en las estructuras cerebrales entre los individuos que son solitarios y los sociables”. Ahora suena muchísimo más familiar, ¿No?
Y es que no me malinterpreten, estoy seguro que los descubrimientos de la neurociencia y la epigenética pueden aportar mucho en la práctica cotidiana y en programas de prevención, atención y rehabilitación de cualquier fenómeno susceptible de ser estudiado con sus métodos. El meollo del asunto es cómo estamos interpretando y aplicando estos resultados. La tecnología ha avanzado muchísimo y ha ayudado al desarrollo vertiginoso que tiene la ciencia en nuestros días. Ahora, realizar una resonancia magnética funcional o un estudio genético es más sencillo que hace unos 20 años. Sin embargo, nuestra comprensión del cerebro y la genética no ha avanzado tanto como la tecnología para estudiarla. Los neurocientíficos recientemente se han percatado de esto, y cada vez son más cautelosos cuando encuentran que una zona cerebral se activa ante cierto estímulo o durante la realización de alguna conducta. Saben que la simple activación de una zona no implicada una causalidad o efecto de cierta zona con la conducta, sino simplemente un asociación. Creo que lo genetistas del comportamiento tarde o temprano deberán asumir esta perspectiva. Pero más aún creo que los profesionales que hacen uso de las técnicas neurocientíficas y genéticas tienen que tener aún más cuidado cuando hacen uso de ella, y muchísimo más en contextos como el jurídico.
Esto último resulta crucial de entender, y más aún cuando las evidencias científicas son cada vez más solicitadas por las cortes de justicia, pues su impacto en el jurado y los jueces resulta más que relevante. Recientemente, McCabe, Castel y Rhodes (2011) realizaron un estudio sobre la influencia de la detección del engaño mediante el uso de fMRI (Imágenes de Resonancia magnética funcional) como medio de prueba en la decisión de los jurados. Para determinar esto, recurrieron a una situación experimental en donde los jurados se le presentó como evidencia de juicio tres resultados de detección de engaño mediante tres técnicas diferentes: poligrafía, imágenes faciales térmicas y fMRI. Los resultados arrojaron que los sujetos votaban más por un veredicto de culpabilidad cuando la evidencia se presentaba en forma de fMRI que cualquiera de las otras dos variantes. Evidencia del sesgo que este tipo de prueba puede ocasionar en el jurado. Ahora imagine en el caso de los italianos, donde se usaron resultados de imágenes cerebrales y genéticos para el caso de la inculpada (aunque claro, en este caso para la defensa). ¿Creen ustedes que esta clase de pruebas pueden afectar los veredictos? La evidencia científica nos dice que sí, y si bien solo es un estudio y no podemos afirmarlo con seguridad, no hace falta más que criterio para saber que esta clase de evidencia debe ser utilizada con extremada cautela durante el proceso de impartición de justicia. Es decir, cuando está en juego la libertad de una persona (el cual es un derecho humano universal), hay que ser muy cuidadoso con la información que se presenta, y la forma en la que se presenta.
Sin duda lo anterior nos muestra lo mucho que nos falta por comprender del comportamiento humano, y muchísimo más de algo tan atípico como el comportamiento antisocial. Si, es verdad, sabemos que lo genes están involucrados en cómo se forma el cerebro, y sin duda sabemos que el cerebro rige nuestra conducta, pero hay que tener mucho cuidado cuando usamos las explicaciones científicas de la conducta antisocial (especialmente la neurobiológica y genética) en situaciones como las mencionadas. Evaluar y medir las funciones cerebrales y la expresión genética es muy fácil hoy en día, pero la interpretación de los resultados obtenidos, no lo es.
Por ejemplo, el que la acusada tenga un volumen “reducido” de materia gris en su cerebro no indica que eso pueda dar la imputabilidad, no mientras no sepamos que sus funciones cerebrales están o no afectadas por ello. Porque una cosa es una afectación estructural y otra una funcional. Por ejemplo, imaginemos un auto que tiene el taque de gasolina lleno hasta un 1/4. Esto no lo hace dejar de funcionar, aún puede moverse, aunque estructuralmente tenga diferencias con otros autos que tenga el tanque de gasolina lleno. Ahora imaginemos que no tiene llantas. Estructural y funcionalmente, el auto no sirve; porque la afectación de la estructura compromete una función básica del automóvil. Sin duda yo creo que en el caso de los italianos hubiese valido la pena hacer estudios psicométricos a la acusada. Ya saben, para conocer si su evaluación del riesgo-beneficio se vio afectada, si su regulación emocional e impulsividad estaban desadaptadas, etc. No cabe duda de que como los profesionales que tenemos contacto con el área legal, debemos tener mucho cuidado al aplicar los descubrimientos científicos en nuestro día a día. Lo único que podemos hacer por mientras, es seguir aportando con nuevas investigaciones y desarrollando estás líneas de investigación, y actualizarnos de los nuevos descubrimientos que van apareciendo diariamente para usar y no abusar de las neurociencias y la epigenética.
Referencias
Cole, S., Hawkley, L., Arevalo, J., Sung, C., Rose, R., & Cacioppo, J. (2007). Social regulation of gene expression in human leukocytes Genome Biology, 8 (9) DOI: 10.1186/gb-2007-8-9-r189Kaminker, P. (2007). Epigenética, ciencia de la adaptación genética heredable Archivos Argentinos de Pediatría, 105 (6), 529-531
David P. M., Alan D. C., & Matthew G. R. (2011). The Influence of fMRI Lie Detection Evidence on Juror Decision‐Making Behavioral Sciences and the Law, 29, 566-577 : 10.1002/bsl.993
Raine, A. (2008). From Genes to Brain to Antisocial Behavior Current Directions in Psychological Science, 17 (5), 323-328 DOI: 10.1111/j.1467-8721.2008.00599.x
Rigoni, D., Pellegrini, S., Mariotti, V., Cozza, A., Mechelli, A., Ferrara, S., Pietrini, P., & Sartori, G. (2010). How Neuroscience and Behavioral Genetics Improve Psychiatric Assessment: Report on a Violent Murder Case Frontiers in Behavioral Neuroscience, 4 DOI: 10.3389/fnbeh.2010.00160
Warr, M. (2002). Companions in crime: The social aspects of criminal conduct. Londres: Cambrige University Press.
Estimado colega es bueno leerte de nuevo, y coincido contigo, creo que no debemos partir de una variable (en este caso la genética) para explicar una conducta, ya que como muchas investigaciones sobre todo de psicología demuestran, para explicar la conducta humana hay que tomar en cuenta muchas variables y que como en la psicopatía pasa el que se tenga cierta disminución de cierta sustancia del cerebro, no indica que la persona no entienda las normas sociales, derechos tanto propios como de las otras personas y comprenda las consecuencias de sus actos. Saludos .
ResponderEliminarAsí es colega. Creo que lo importante es usar los descubirmientos científicos con cautela. Pero creo que hay que tener más cuidado con esta clase de información. La gente que desconoce del tema, se ve muy influenciada por esta clase de descubrimientos, pues cuando un profesional menciona que proviene de rigurosos métodos científicos, casi casi es como decir que es una verdad incuestionable, y la gente lega puede sobregeneralizar esta clase de resultados. Por eso hay que tener aun más cuidado cuando se utiliza en evaluaciones forenses.
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